¿Por qué la maldición de ser el más chico de la clase le pega más a los pobres?

Por Inés Berniell y Ricardo Estrada   / febrero-2019 /

En España, como en muchos países, los alumnos más jóvenes de la clase (en este caso los nacidos en diciembre) enfrentan mayores riesgos de repitencia, de tener menores niveles de aprendizaje, menor acceso a la universidad y hasta de, en la edad adulta, tener una pareja menos educada. Es decir, la edad de inicio en la escuela predice trayectorias de corto y largo plazo. Pero esto no es igual para todos. El origen socioeconómico marca diferencias: esa penalidad en resultados es mayor para los más pobres. En un estudio reciente estudiamos un canal potencial detrás de este hallazgo: los cambios en las inversiones de los padres en sus hijos.

La relación entre la edad de inicio a la escuela y las trayectorias educativas y laborales ha sido ampliamente documentada en la literatura especializada, incluyendo el caso de España (ver aquí y aquí). La figura 1 ilustra esta correlación para el caso de la probabilidad de que un estudiante de 15 años haya repetido al menos un curso en su trayectoria educativa. En principio, esta relación entre mes de nacimiento y desempeño escolar se podría explicar por: 1) el efecto causal de entrar a la escuela a una menor edad, con las desventajas de madurez que esto implica (en España la fecha de corte para iniciar la escuela es el 31 de diciembre, por lo tanto los nacidos en diciembre son los más jóvenes de la clase y los nacidos en enero los más grandes); o 2) por la relación entre las características de los padres y el mes de nacimiento (estacionalidad de los nacimientos).

Figura 1.  

Fuente: Berniell y Estrada (2019), «Poor Little Children: The Socioeconomic Gap in Parental Responses to School Disadvantages», Documentos de Trabajo del CEDLAS, no. 219.
Nota: La figura 1 tiene información de estudiantes de 15 años nacidos en España que tomaron la prueba PISA en los años 2003, 2006, 2009 o 2012. Esta figura muestra la proporción de estudiantes que han repetido por lo menos un grado a la edad de 15 años según su mes de nacimiento. Se reportan en barras laterales intervalos de confianza al nivel del 95%.

Para descartar la segunda alternativa, utilizamos datos de los certificados de nacimiento en España que nos permiten estudiar cómo varían las características de los padres y la salud de los recién nacidos a lo largo del año. Usar este tipo de datos censales tiene la ventaja de que nos permite detectar sesgos que podrían pasar inadvertidos usando datos de encuestas.  Como lo muestra la figura 2, en España hay estacionalidad en nacimientos. Sin embargo, y esto es muy importante para nuestro estudio, entre los nacidos en diciembre y enero (antes y después de la fecha que marca el año de ingreso a la escuela, 1 de enero) no hay diferencias observables. Es decir que en los nacidos en estos meses, podemos tener confianza en atribuir las diferencias observadas en el desempeño académico a la edad de inicio de la escuela.

Figura 2.  

Fuente: Berniell y Estrada (2019), «Poor Little Children: The Socioeconomic Gap in Parental Responses to School Disadvantages», Documentos de Trabajo del CEDLAS, no. 219.
Nota: La figura 2 utiliza datos de los Certificados de Nacimientos. La muestra corresponde al universo de recién nacidos en España de julio 2007 a junio 2010 y de julio 2011 a junio 2014. La figura muestra, según mes de nacimiento, la proporción de recién nacidos con peso bajo, nacidos con cesárea y considerados prematuros. Se reportan en barras laterales intervalos de confianza al nivel del 95%.

Ya enfocados en los nacidos en diciembre y enero (que son, respectivamente, los más jóvenes y viejos de la clase), en la figura 3 usamos datos de PISA para mostrar que el efecto de la edad de entrada a la escuela es significativamente mayor entre chicos de origen socioeconómico más desfavorecido. Los resultados son tan claros como preocupantes: ser pobre está asociado a peores resultados, y ser pobre y joven a aún peores resultados. Mientras mayor es el nivel socioeconómico de la familia, ser joven marca una menor diferencia en los resultados académicos.

Figura 3.  

Fuente: Berniell y Estrada (2019), «Poor Little Children: The Socioeconomic Gap in Parental Responses to School Disadvantages», Documentos de Trabajo del CEDLAS, no. 219.
Nota: La figura 3 tiene información de estudiantes de 15 años nacidos en España en los meses de enero o diciembre que tomaron la prueba PISA en los años 2003, 2006, 2009 o 2012. La figura muestra el efecto marginal predicho del índice de nivel socioeconómico de PISA sobre la probabilidad de haber repetido por lo menos un grado a la edad de 15 años. El grosor de las curvas refleja estimados de confianza al 95%.

Para entender lo que hay detrás de esta brecha, utilizamos datos sobre inversiones de los padres (ver aquí un análisis teórico de Albornoz, Berlinski y Cabrales). En específico, usamos la Encuesta de Uso del Tiempo  para medir la cantidad de tiempo que los padres dedican a ayudar a sus hijos con actividades escolares y de aprendizaje, y la Encuesta General de Diagnóstico (hecha a alumnos de cuarto grado) para medir cambios en calidad escolar y tener mediciones complementarias de apoyo escolar brindado por los padres.

Como podría esperarse, los padres de mayor nivel socioeconómico pasan más tiempo ayudando a sus hijos en actividades escolares y eligen escuelas con mejores insumos para sus hijos, con respecto a los padres de menor nivel socioeconómico. Pero, de manera crucial, las inversiones de los padres más educados son mayores cuando sus hijos son los más jóvenes al entrar a la escuela (nacidos en diciembre). En contraste, no encontramos evidencia de que los padres con menor educación compensen de manera similar. Por ejemplo, encontramos que los padres con educación universitaria dedican, en promedio, diez minutos más por día a ayudar a sus hijos de edad primaria en actividades de aprendizaje cuando estos son nacidos en diciembre (vs. enero). Este efecto es grande, el promedio de ayuda en nuestra muestra es de 12.5 minutos por día.  En la misma línea, encontramos que los padres con educación universitaria escogen mejores escuelas cuando sus hijos son los más jóvenes al entrar a la escuela, mientras que no encontramos que los padres menos educados respondan de manera similar.

Los resultados de este artículo son en sí mismos importantes por cuestiones de equidad y movilidad social. Pero de manera más general, nuestros resultados son también relevantes para la literatura de evaluación de impacto, ya que documentan cómo las reacciones de los individuos pueden reforzar o compensar los efectos de una política. Estas reacciones deben ser tomadas en cuenta para entender los mecanismos que vinculan políticas con resultados, y para calcular la totalidad de los costos asociados a las mismas.

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