Nobel de Economía a 3 Popes de la “Revolución de Credibilidad”

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Por  Dario Tortarolo  / Octubre-2021 /

La mayoría de la ciencia aplicada se dedica a establecer relaciones causales. Esta tarea es hoy en día más rigurosa y “sencilla” que hace 30 años atrás. La Real Academia de las Ciencias de Suecia otorgó el pasado Lunes el Premio Nobel de Economía 2021 a David Card (UC Berkeley), Joshua D. Angrist (MIT) y Guido W. Imbens (Stanford) por sus avances para que ello sea posible. Card fue galardonado con la mitad del premio por sus “contribuciones empíricas a la economía laboral”, mientras que Angrist e Imbens recibieron la otra mitad por sus “contribuciones metodológicas al análisis de relaciones causales”. En palabras del comité sueco, sus enfoques “revolucionaron la investigación empírica” y sus trabajos inspiraron a generaciones y permitieron responder grandes preguntas de las ciencias sociales de una manera más creíble.

 

La comunidad del CEDLAS-UNLP se siente estrechamente identificada con los recientes ganadores del máximo galardón mundial en economía (incluyendo a Duflo, Banerjee y Kremer en 2019 por su enfoque experimental para reducir la pobreza global y a Deaton en 2015 por su análisis del consumo, la pobreza y el bienestar). De hecho, las técnicas y los temas desarrollados por estos economistas constituyen el corazón de las actividades diarias del CEDLAS. En esta entrada desarrollaré brevemente las contribuciones de los tres “monstruos” que revolucionaron la forma de hacer y pensar la economía aplicada. Además les compartiré mi experiencia personal con David Card durante mi doctorado, y brindaré algunas reflexiones para Argentina.

Comencemos por el principio. Hacia finales de los 80s, los economistas sabían que la disciplina tenía graves dificultades para establecer causalidad entre dos variables económicas, por ejemplo, la educación y los salarios. El hecho de que, en promedio, aquellos con niveles más altos de educación también ganen más dinero no necesariamente implica que los salarios más altos sean causados por una mayor educación. Otros factores, como un entorno familiar favorable o una mayor habilidad innata, podrían estar asociados con niveles más altos de educación y salarios más altos.

En ensayos clínicos, establecer causalidad, por ejemplo de un nuevo fármaco, es posible mediante experimentos aleatorios controlados: se divide a las personas que participan en el ensayo en dos grupos al azar, se da el fármaco a un grupo y placebo a otro grupo, pero sin revelar quién recibió el medicamento real, y luego se compara la reacción de ambos grupos. Card, Angrist e Imbens vieron el potencial de recrear escenarios similares en economía utilizando “experimentos naturales” basados en eventos fortuitos o cambios de política que solo afectan a algunas personas. Al comparar dos grupos en los que solo uno haya experimentado un fenómeno, por así decirlo al azar, los investigadores obtendrían una imagen más clara de causa y efecto.

Card utilizó experimentos naturales para analizar los efectos del salario mínimo, la inmigración y la educación sobre el empleo y los salarios. Su investigación a principios de los 90s analizó, por ejemplo, los efectos de la inmigración sobre el empleo y los salarios. Sus resultados fueron sumamente controversiales al demostrar que los ingresos de los nativos pueden incluso beneficiarse de la inmigración, y las personas que inmigraron con anterioridad son las que podrían verse afectadas negativamente. Por su parte, Angrist e Imbens contribuyeron con numerosos aportes metodológicos que facilitaron la interpretación de los datos y los resultados de estos experimentos naturales (algo así como el marco teórico). Los enfoques y metodologías de estos tres popes continúan siendo sumamente influyentes en la investigación aplicada actual.

Para evitar aburrirlos y ser redundante con los numerosos artículos que han circulado en estos días, me enfocaré en resumir uno de los papers más influyentes de David Card publicado en 1994 en colaboración con Alan Krueger (quien lamentablemente falleció en 2019 pero posiblemente hubiera recibido el premio). En este trabajo, Card y Krueger analizaron el efecto del salario mínimo sobre el empleo. Hasta ese entonces, el discurso dominante entre los economistas era que el salario mínimo conduce a una destrucción de empleo porque aumenta los costos salariales a las empresas. Sin embargo, la evidencia no era completamente convincente. Su investigación, por el contrario, demostró que aumentar el salario mínimo no conduce necesariamente a menos puestos de trabajo. Veamos como lo hicieron.

Card y Krueger sabían que Nueva Jersey (NJ), lugar donde vivían, aumentaría su salario mínimo de 4,25 dólares a 5,05 dólares la hora (por encima del salario mínimo federal) el 1 de abril de 1992. Pero una simple comparación del “antes y el después” del mercado laboral en NJ hubiera ignorado que muchos otros factores influyen en la evolución del empleo. Al igual que los ensayos clínicos, necesitaban un grupo de control, es decir, un grupo donde los salarios no cambien y los demás factores sean similares. Los autores notaron que en la vecina Pensilvania (PA) el salario mínimo se mantuvo inalterado. Si bien había diferencias entre los dos estados, los mercados laborales posiblemente operaban de manera similar cerca de la frontera. Entonces se les ocurrió recopilar datos de restaurantes de comida rápida en dos áreas vecinas: Nueva Jersey y, como contrafactual, el este de Pensilvania, antes y después del cambio en el salario mínimo de NJ (ver Figura 1). PA funcionó como el escenario hipotético de lo que habría sucedido en NJ si este no hubiera aumentado el salario mínimo. Así, cualquier cambio en el número de empleados en los restaurantes de NJ con respecto a la vecina PA podría atribuirse al aumento del salario mínimo. ¡Brillante!

Contra todo pronóstico, Card y Krueger descubrieron que el aumento en el salario mínimo no generó pérdida de empleo en los restaurantes de comida rápida de NJ en comparación con PA. No conforme con esto, los autores decidieron ir más allá de la comparación entre NJ y PA. Compararon restaurantes con salarios altos en NJ (no afectados por la ley) con restaurantes con salarios bajos en NJ (afectados por la ley). Sus resultados fueron similares a los de la comparación NJ-PA; e incluso hubo un poco de aumento en el empleo.

  Figura 1. Un “experimento natural” para estudiar el efecto del salario mínimo

Fuente: ©Johan Jarnestad/The Royal Swedish Academy of Sciences

Mas allá de los resultados, lo que realmente hizo grandioso a este y otros artículos de los tres premios Nobel fue la claridad de los métodos que utilizaron para estudiar los problemas. De hecho, en la entrevista que Card dio en UC Berkeley horas después de obtener el premio, remarcó que muchos de sus descubrimientos fueron malinterpretados por varios años. Por ejemplo, la principal implicancia del estudio que describí arriba no fue la de abogar por aumentos del salario mínimo, sino más bien que los mercados laborales no funcionan como plantean los libros de texto, y que los empleadores poseen cierta discreción en la determinación de los salarios. Algo similar ocurrió con su estudio de inmigración. Su principal intención fue hacer que el campo de la economía fuera más científico e informar, con evidencia y métodos creíbles, a la sociedad.

En resumen, la real importancia de todos estos estudios es que revelaron a los economistas que había experimentos naturales con grupos de tratamiento y de control a nuestro alrededor, y que solo hacía falta un poco de creatividad para verlos. Los últimos treinta años de economía empírica han sido el resultado de que los economistas abrieran los ojos a los experimentos naturales que los rodean. Sin dudas, los numerosos estudios inspirados en los trabajos de los economistas galardonados han mejorado considerablemente las discusiones y nuestra comprensión del mundo real.

En lo personal, conocí a Card en UC Berkeley donde realicé el doctorado en Economía. Tomé su clase de Economía Laboral en segundo año. Conocía sus papers por los cursos que tomé en la Maestría en Economía de la UNLP. Pero tenerlo de profesor fue una experiencia fantástica. Con él aprendimos el pilar de Economía Laboral, la frontera del conocimiento en ese campo y los métodos. Su clase fue históricamente una de las más demandadas y, por lo tanto, era difícil interactuar mano a mano. Sin embargo, en tercer año tuve la oportunidad de comenzar a charlar semanalmente con él y otros 4 o 5 compañeros en unas reuniones que informalmente denominamos “terapia laboral”. Esto fue sin dudas lo mejor que me paso en mi carrera. Nos reuníamos todos los miércoles de 5 a 7 de la tarde en un aula, cada uno tenía que llevar una idea preliminar para la tesis, y “peloteábamos” por media hora hasta lograr convencerlo (y continuar la siguiente semana) o descartar el proyecto. La mayoría de las veces ocurría lo último. Pero este proceso iterativo nos permitió madurar muchísimo, nos ayudó a pensar preguntas grandes y de interés general para avanzar el conocimiento. A su vez, para distender, a cada reunión la terminábamos con un tinto y charlas informales. Más motivación y dedicación que eso imposible. Así es Card. Inteligente, humilde y generoso con sus estudiantes.

A modo de cierre, quisiera compartir una reflexión para el ámbito local. Mi impresión (y la de otros colegas), es que Argentina es un laboratorio donde abundan los experimentos naturales, pero escasean estudios que los utilicen. Mi sensación es que se debe a una disfunción en la “cadena de producción” académica. Doy fe que sobran ideas y académicos de buena calidad, pero hace falta agilizar el nexo entre los investigadores y los organismos públicos o empresas privadas para obtener acceso a registros administrativos (en mi investigación personal, AFIP es el ejemplo). El mundo nos ha demostrado que es posible llevar a cabo colaboraciones de manera segura y sin violar la confidencialidad o revelar la identidad de las personas o empresas. Mi deseo es que Argentina se suba a este tren, de manera prolija y sin favoritismos, de una vez por todas. Mientras tanto seguiremos insistiendo para que esto ocurra.

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